lunes, 9 de agosto de 2010

Epitafio improbable. Por verídico, vero, cierto y verdadero.




Detente, oh caminante y descansa bajo estas piedras para rendir tributo a quien aquí yace alejado ya de las fatigas del mundo ruín.


Yo soy Micoide, hijo del severo Aplominado y la sensata Fidas. Mi patria es ahora el éter, pero en su día dí lustre a la invencible Esparva.

La inteligencia, el conocimiento, la serenidad fueron virtudes que me persiguieron toda la vida. Jamás lograron alcanzarme, que yo corrí más deprisa.


Mi familia nunca soportó mis chistes, a pesar de que eran sólo dos y los venían escuchando de toda la vida.

Aunque casado con la simple de Fitrosa, no tuve más compañero que el miedo. De mi madre salí llorando y siempre he ido de esa guisa por la vida: receloso y acoquinado.

Desdeñé mis inclinaciones naturales por tener una posición que me permitiera vivir con desahogo. Siempre temí al hambre. Sin embargo muero gordo y de comer tanto. Que nunca me ha faltado.

Contempla mi esquela, forastero, y dime: ¿ habla de Micoides, natural de Esparva, o acaso es el espejo donde se refleja tu desdichada figura?

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