sábado, 29 de mayo de 2010

El insaciable.


Adriano Celoenvano es un tipo incompleto. Le falta un dedo para ser feliz. Tiene cinco en cada extremidad, como todo el mundo. Y es esa medianía lo que le hace sufrir: "Ahí van esos -dice con asco, refiriéndose a sus coetáneos- ¡pentaapendicinos, gente sin principios ni ley! ¡pero si yo tuviera un dedo más en cualquiera de mis extremidades sabrían lo que es bueno!"

Adriano tiene un avión, un yate y un siervo filipino que le sirve estoicamente. Nada de eso le hace feliz. "Podría cortarme un dedo. O dos. - gime, desesperado- Cuadroapendicinos se ven menos que pentabobos. Pero no. ¡La cantidad de capullos que hay por ahí que se han caído de un andamio, de un tren en marcha y les han tenido que amputar un dedo! ¡Qué vulgaridad!"

En una cacería con la Reina de Inglaterra captura una boa que se había comido un matrimonio de campesinos. Adriano solicita a su majestad la gracia de un dedo de cualquiera de los infortunados labriegos. Le es concedido el trofeo y se va en su avión sin perder tiempo a una clínica de Hong Kong, a que le pongan el apéndice.

Adriano es ahora un tipo completo. Y feliz. Y único, porque en realidad el dedo es de mandril, que el reptil lo que había merendado era una pareja de mandriles, no de labriegos.

La verdad es incompatible con la felicidad. Eso piensa al menos la Reina de Inglaterra, que no se molesta en llamar a Adriano para interesarse por su posoperatorio, y de paso, aclararle el malentendido: "jope, es que con tantas prisas con las que se marchó -dice, su graciosa majestad- a ponerse el dedo no esperó a que le hicieran la autopsia al bolo alimenticio de la boa y no se enteró que afortunadamente ésta no comió campesinos, sino mandriles"

No hay comentarios:

Publicar un comentario