miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿Fue Boswell un mentecato?

Auténtico retablo de calamidades, abocetador de quimeras, saco de vicios, cuba de vino andante, bufón atrabiliario, vago atolondrado, cotilla impenitente y arbitrario, chinche y trasto con delirios de grandeza, James Boswell fue de todo excepto un ejemplo para la comunidad. De juicio anduvo siempre despistado y de fuerzas escaso. Ahora bien: ¿Fue Boswell un mentecato? ¿Un pomposo botarate es capaz de escribir la que es unánimemente considerada la mejor biografía de la historia de la literatura? ¿Se puede con manos de barro crear un gigante, prestarle el aliento de cretino y que el gigante hable, bulla, y se exprese como el gigante que es? Pues va a ser que no.

Y sin embargo Boswell coleccionó un buen puñado de vicios, frustaciones, humillaciones y fracasos que le hicieron el hazmerreir de sus contemporáneos.
Si Boswell escribió algo grande es porque en Boswell había algo grande. No hay otra forma. Y también porque aquella era una época de gigantes (en la literatura inglesa), y se sucedían con naturalidad las obras maestras una detrás de otra: Swift, Dafoe, Fielding, Sterne... ¿Boswell?...

Es un misterio lo que hace que una persona del montón, con más vicios que virtudes, sea capaz de, mientras se hunde en el fango de sus ignominiosos errores, legarnos una obra inmortal.
Quizás no estemos capacitados para leer en el alma de los demás. O no estemos capacitados para captar la grandeza que forzosamente tiene que haber tras la máquina más perfecta de la Creación. El hombre, supongo.

Con todo, el enigma Boswell tiene un brillante final, digno del héroe libertino, vitinífero, quimérico y desproporcionado que fue: la epopeya de sus manuscritos tras su muerte es una de las historias más apasionantes de la metaliteratura.
Hasta muerto y olvidado el destino siguió pateando los huesos del pobre Boswell.
El falso mentecato.

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