sábado, 31 de julio de 2010

El irreductible espíritu de grandeza. Azote de enanos y aviso de tunos.



Una garrapata almizclera pasó por un campo de sandías. Caminaba espantada y anonadada bajo aquella selva de tan rigurosa como desproporcionada geometría. Paróse debajo de la sandía más grande, y aturdida por el prodigioso espectáculo, exclamó:

- ¡oh espectáculo soberbio! ¡que espantables riscos, que abominables precipicios, que terribles paredes vegetales elevándose hacia la inmensidad de las alturas celestiales... ! ¡en verdad que es causa de pasmo la superioridad con la que aquí se ha enseñoreado la Naturaleza!

Y allí mismo, bajo la sandía, concibió la más arriesgada y maravillosa aventura jamás soñada por garrapata alguna:

- ¡no ha nacido de garrapata la ídem capaz de concebir la tan inaudita como espantable idea de escalar estos inaccesibles riscos!

Y sin tiempo de serenar su ánimo con el comprender la imposibilidad de aquel esfuerzo, se agarró a la sandía y dedicó el resto del día a coronarla. La sandía era grande, y estaba cubierta todavía con los frescores del rocío, amén de otros innombrables peligros que hacía aún más temeraria la osadía de la garrapata.


No serían aún las horas nonas cuando aquel pequeño Aquiles logró alcanzar la cumbre del vegetal. Apareció entonces ante sus ojos el espectàculo más prodigioso que garrapata almizclera alguna hubiera presenciado jamás: decenas y decenas de aquellas cúpulas vegetales coronando el horizonte cual nueva Constantinopla. Supo entonces que su esfuerzo había merecido la pena y procedió a iniciar el descenso. Tenía que contar su hazaña para que se supiera. Inició el descenso, sabiendo que aunque lo que tocaba era bajar aquellos precipicios, lo que en realidad se disponía era a subir los altares de la gloria garrapatina.

Un pajarraco setibundo, al ver desde el cielo el campo de sandías, recordó ser hora de almorzar. Se posó sobre la sandía más grande, espachurrando, sin querer, entre sus patas a la garrapata.


No lejos de allí, en aquel mismo momento pasaba una garrapata almizclera por un campo de sandías. Espantada y anonanada bajo aquella selva de tan rigurosa como desproporcionada geometría, exclamó:

- ¡oh espectáculo soberbio! ¡que espantables riscos, que abominables precipicios, que terribles paredes vegetales elevándose hacia la inmensidad de las alturas celestiales... ! ¡en verdad que es causa de pasmo la superioridad con la que aquí se ha enseñoreado la Naturaleza!

Y allí mismo, bajo la sandía, concibió la más arriesgada y maravillosa aventura jamás soñada por garrapata alguna:

- ¡no ha nacido de garrapata la ídem capaz de concebir la tan inaudita como espantable idea de escalar estos inaccesibles riscos!

Y sin tiempo de serenar su ánimo con la imposibilidad de la empresa, comenzó a trepar.

6 comentarios:

  1. Heclerotico afgano9 de agosto de 2010, 14:49

    Estoy confuso: ¿entonces la garrapata es buena o es mala? ¿Esto tiene algún tipo de moraleja? ¿Y porqué una sandía y no, pongo por caso, un pepino malayo?

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  2. Yo creo que se trata de un remedo (bastante cutre, por cierto) de El poder y la Gloria, de Graham Greene.

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  3. Non bio-lento Gabriel9 de agosto de 2010, 14:57

    Hombre, está claro que la cosa trata del irreductible espíritu de grandeza de las garrapatas almizcleras (esto es, de los humanos). La garrapata (el hombre) caerá una y mil veces hasta las inmensidades de su infortunio, pero siempre habrá otra garrapata (otro hombre), que coja el testigo y emprenda el camino donde lo dejó el primero).

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  4. Importa de verdad escalar una sandia? o lo importante es que creamos importante escalar una sandia...

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  5. Heclerótico afgano10 de agosto de 2010, 9:40

    Y dale ¿y porqué una sandía y no, pongo por caso, un pepino malayo?

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  6. Yo creo que es un poco inverosímil este cuento. Con todos los perros sarnosos que hay en el mundo...
    Por qué vamos a procurarnos aventuras con una sandía?
    Esto lo ha escrito alguien que no ha probado perro, seguro!

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