domingo, 20 de junio de 2010

Buenas intenciones.


- yo a ti -dice el gallino a la gallina- te voy a sacar de picar migajas en el suelo y te voy a poner piso en Alcalá.
- ¡a ver si es verdad! -clama la gallina, complacida-

Y se escapan del gallinero y echan a correr para Alcalá. O lo que el gallino se figura como tal.
- buá, tía -dice el lobo feroz a Caperucita- tú pasa de convencionalismos sociales, arrejúntate conmigo y ¡ála, a vivir a lo bestia¡ ¿no te hace?
- ¡vale! -responde Caperucita, que no es rencorosa y ya ha olvidado que el lobo se comió a la abuelita-.

Y allá, que se van los dos, a vivir de aquella guisa. Por el camino se encuentran al gallino y la gallina, y el lobo no pierde ocasión para mostrarse galante con su chica:

- ¿qué te apetece, Caperucita, gallina en pepitoria o estofado de gallina?
- en pepitoria.
- pues saca del petate las perolas, haz un fuego y ponte a pelar las patatas que en un santiamén estoy aquí con la carne.

En dos saltos se planta ante las gallinas, les retuerce el pescuezo y las despluma para su dama.

Y comieron felices que comieron perdices. Bueno, perdices no, gallinas, pero para el caso es lo mismo.

Fín.


Los cuentos contemporáneos tienen estas cosas: que son muy tontos. No dan ni para media moraleja. Aunque podría ser aún peor: podrían ser cuentos políticamente correctos.

Final políticamente correcto de derechas: Caperucita es fusilada por roja.

Final políticamente correcto de izquierdas: Caperucita es fusilada por contubernio con la Opresión tras un juicio instruido por un juez estrella salvapatrias.

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