sábado, 13 de febrero de 2010

Cuento cruel (argumento para dos pinturas al fresco)


En una penosa ciudad de provincias se cuenta de una mujer que, al llegar a esa cierta edad a la que ninguna mujer quiere llegar, discurrió de qué modo podría encontrar en ello consuelo.

Buscó, preguntó, urdió, se arrastró, y pian piano llegó el día en que (la historia no dice cuánto tiempo ni qué terribles padecimientos hubo de padecer para lograrlo) llegó a su destino y conoció la sublima respuesta.

Corrió a casa de su mejor amiga para contárselo, pues tenía su misma edad y, en consecuencia, requería del mismo auxilio espiritual:

La edad en la que ambas se encontraban, exclamó, toda palpitante, los cincuenta y tantos (la historia no dicé cómo de tantos), era la mejor edad posible: habían dejado atrás las tontunas de la adolescencia, las inconsistencias de la primera juventud, las decepciones de la segunda y última juventud. Y todavía no habían llegado a los sofocos de la vejez. En consecuencia, argüía, podían discurrir por la vida con la serenidad que da la experiencia, el aplomo de las que han corrido largos y fructuosos caminos, y el alivio de quien no ha conocido aún las humillaciones físicas de la senectud.

La amiga, enfermera caústica y agraz, aunque nonata de aquellos lares, escuchaba pasmada aquella perorata. Cuando la otra acabó y le tocó su turno, se limitó a azotar su lengua viperina con su más despiadada respuesta: “pues yo no le encuentro ninguna gracia”.

Aquellas palabras fueron el conjuro fatal que desvaneció en el aire el castillo de naipes que con tanto esfuerzo había levantado la voluntariosa mujer, dejándola de nuevo convertida en aquella mujer de una cierta edad que vivía en una penosa ciudad de provincias.


Moraleja (o no): La verdad, aunque lo sea, duele. La cultura, aunque no lo sea, puede servir para solucionar los falsos enigmas de esta tierra de irrisión que es la vida. Dejemos a la gente cultivarse, que no harán más daño que a sí mismos.

Y aquellas mujeres caústicas y agraces, nonatas o no, corten sus acerados picos y acepten que incluso en los más terribles páramos de su horrible discurrir, tarde o temprano, por mucho que les duela y por más sumidas en el estupor alcohólico de la autocompasión en que se encuentren, habrá de salir un rayo de sol que hará brillar al rocío que quedó atrapado entre los pétalos de una humilde margarita. (O no)

2 comentarios:

  1. Un cuento muy barroco para un argumento muy delicado (o no), hacerse viejo... creo que es muy fácil ser cáustico y destrozar esperanzas sin argumentar demasiado, pero no se por que esas personas me caen mal.
    Hacerse viejo es como vivir y uno lo hace mal si se encierra en si mismo.
    Hala, ahí dejo eso.

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  2. Bueno qué voy a decir yo...

    ·       En la vida estamos para ser felices (hay que ser mu pringao para no darse cuenta de esto…)
    ·       El pesimismo no nos hace felices
    ·       Vida no hay más que una y no hay ocasión de rectificar
    ·       Pues hay que ser optimista…
    ·       Y si nos hemos equivocado al final que nos quiten lo bailao
    Es un tema puramente PRÁCTICO.

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