jueves, 2 de diciembre de 2010

Pedro el bueno, el lobo mejor y el Papa malo. Cuento y fresco.


Semiólogos de verbo fino y ajustado, eruditos de amplio espectro, aliòpatas, iconoclastas, especialistas en frenillo y lenguaje-reflejo, en fín, gente bien intencionada de todo el mundo se ha reunido en un congreso para reinvindicar la figura de Pedro, el pastorcillo del cuento de Pedro y el Lobo, aquel cabroncete que alarmaba a las gentes de su pueblo diciendo que venía el lobo y era mentira. Ya se sabe cómo sigue el cuento, un día llegó el lobo de verdad y nadie le creyó.

Pues bien, estos señores tan serios y tan sabios han demostrado tras semanas de revisión documental, explayación teórica y euristicación del patrimonio oral, que Pedro, el pastorcillo, no era malo ni mentiroso. Era un tartamudo estructural. Y así ha quedado todo aclarado: Pedro no era mentiroso, era un gracioso, aunque tartamudo estructural, de modo que cuando fue la primera vez al pueblo gritando que venía el lobo, simplemente estaba haciendo una gracia. Y las siguientes veces que lo dijo, en días sucesivos, no fueron mentiras propiamente dichas, sino reflejos involuntarios de ese tartamudeo estructural. O sea, que el pobrecillo, en lugar de tartamudear de seguido, lo hacía a ratos, un poco cada día. Y cuando cada día decía que venía el lobo en realidad era un trozo de tartamudeo residual de la primera vez que lo dijo.
Con lo cual ha quedado demostrado de forma irrebatible que Pedro era bueno. Un incomprendido, además.

Para el siguiente congreso se prevé rehabilitar la figura del lobo. Ya se han avanzado los trabajos preliminares que van en esa dirección y los argumentos son completamente irrebatibles. No es que el lobo sea malo, no, que era buenísimo. Es que cualquier padre responsable debiera ofrecer la mano de sus hijas al lobo antes que a cualquier reyezucho de ná.



A algunos, escépticos, nos sorprende esta ola de buenismo primisecular. Es que todo el mundo es bueno: buenos, malos, santos, asesinos, marcianos, alsacianos, mosquitos de la sarna... Todo el mundo es bueno. Menos el Papa. A ese hay que darle leña. ¿Porqué?

Esto no hay congreso mundial que lo resuelva.

(Ilustraciones: Pintura mural al fresco, esgrafiado.)

4 comentarios:

  1. Supongo que habrá sorprendido al Papa la defensa que hago de su figura. Explicaré lo sucedido: En un día aciago de noticias pésimas, un día como otro cualquiera, busco algo de tranquilidad. Y no se me ocurre otra cosa que poner Radio Nacional de España, pensando que como es la radio de todos, allí respetarán a los demás. Pongo Radio 3. Hacía años que no la escuchaba. El locutor, en un programa cualquiera de música ligera, sin venir a cuento, se pone a insultar al Papa.
    Supongo que la culpa fue mía por creer que en Radio Nacional hallaría refugio contra el energumenismo. De todas formas, pasan los años y sigue ofendiéndome la mediocridad.

    ResponderEliminar
  2. Como hombre próximo al pensamiento del Papa afirmo que a su Santidad le da igual lo que opine un energúmeno de Radio 3. No se sulfure por eso, hombre.

    ResponderEliminar
  3. El tal Aloisio está tan próximo al pensamiento del Papa como yo al sentimiento floral de las abejas. Y yo odio a los insectos. O sea.

    ResponderEliminar
  4. Brígida Santamaría dice:

    Me sorprendió para bien el final del cuento. Por el título pensaba que de verdad era malo pero el mundano padre que biológicamente todos tenemos y la paternidad/maternidad por extensión, tan criticada siempre.

    Ahora los comentarios contra la libertad de expresión eso es imperdonable....Creo que incluso menos perdonable que tu alegato al Papa.

    ResponderEliminar